Escena 25 toma 1
La Ciudad sin Nombre,
Octubre de 1940
A lo largo del río se extiende una niebla densa y húmeda, como si
las nubes hubieran descendido caminando sobre el agua. La silueta del puente se
ha vuelto borrosa. Es un fantasma oscuro y diluido, como una mancha de tinta.
Desde el puerto fluvial, tomando caladas profundas de un cigarrillo agonizante
cuya brasa ya casi le quema los dedos, Elliot contempla a un cuervo.
El pájaro tiene las plumas de un negro casi azulado y
picotea unos restos de papel que el viento no ha conseguido llevarse. Es otoño,
y es la mejor época del año para pasear cerca del puente colgante. Pero dentro
de unos meses ese puente ya no estará ahí, ni tampoco el edificio grande que se
eleva a su derecha, con columnas y capiteles clásicos que desafían al tiempo y
altas ventanas cuadradas cuyos cristales reflejan el sol de la tarde. No,
dentro de unos meses todo eso desaparecerá, siendo sustituido por un escenario
diferente, más moderno, dicen. Más útil.
No le molesta excesivamente. Es su trabajo, y siempre ha
sido así. Desde antes de firmar con la Organización ha sido siempre un creador
de fuegos fatuos y estrellas fugaces, de belleza atemporal que,
paradójicamente, sólo vive durante un tiempo limitado. Así es el ilusionismo.
Perecedero.
Por eso prefiere mirar al cuervo. Hacer el puente fue un
reto maravilloso. Puso a prueba su inteligencia y su potencial, y disfrutó, ah,
cómo disfrutó llevándolo a cabo. Pero una vez hecho, su existencia sólo es un
trofeo, un recuerdo de la verdadera magia. Los hombres y las mujeres de la
Ilusión lo admiran. Felicitaron al arquitecto que soñó haberse hecho cargo del
proyecto y le pagaron una gran suma de dinero que no vale nada. En la realidad
sólo era un durmiente escuálido lleno de telas de esclavista que estrujaba
entre los dedos restos de papel deshecho, con una turbia sonrisa en la boca
desdentada.
El ruido del motor le hace volver el rostro hacia la
carretera. El cuervo levanta el vuelo y las ruedas oscuras aplastan los restos
del viejo periódico. Elliot esboza media sonrisa, pero aguarda. Cuando su
maestro haya detenido el coche, saldrá e irá a su encuentro. Puede que se
estrechen la mano, o tal vez se abracen. Hablarán y tomarán un café, quizá una
copa. Después… después podrán darse la bienvenida como es debido.
El vehículo se detiene junto a dos grandes contenedores de
carga medio oxidados.
Han pasado quince años. Es mucho tiempo. Ha sido la ausencia
más larga entre los dos, pero así son las cosas. Estar en la Organización
significa estar donde se te necesita y trabajar en lo que te dicen. Si tienes
que pasar quince años en otra parte de la realidad, lo haces. Elliot ha tenido
que quedarse en la Ilusión, ocupándose del mantenimiento junto con otros colegas mientras Liam,
Senaqerib y Darak se encargaban de los nuevos diseños. Asuntos de Ilusionistas senior.
La puerta del coche se abre y la conocida figura de Liam se
muestra al fin. Lleva abrigo negro de paño y sombrero, el bastón en la
mano y guantes de piel. Da un rodeo para abrir la portezuela del otro
lado. Elliot entrecierra los ojos, confuso.
Liam no viene solo.
Ella surge de entre las sombras igual que un rayo de luz. Tiene
una piel preciosa, blanca como el alabastro y grandes ojos castaños. Es rubia
como un ángel. Lleva el pelo a la moda, cortado sobre los hombros y ondulado en
líneas perfectas que se pegan a su cráneo y su cuello, enmarcándola igual que
una orla dorada. El sombrero ladeado y el traje de cóctel son de color beige,
con cinturón y guantes negros, zapatos de tacón y una estola de piel.
Liam la ayuda a bajar y ella le sonríe. Carmín rojo y
dientes como perlas. Juntos, se acercan a Elliot y también juntos le miran con afecto.
Él no sabe qué decir.
—Hola, Elliot. Te presento a Mara, mi prometida.
Las dos últimas palabras resultan cortantes como cuchillas.
Le aceleran el corazón. Le dan ganas de matarla a ella y de golpearle a él. De
matarle a él y de besarla a ella. Algo está quemándose dentro, puede sentirlo
como un eco lejano.
La salamandra se remueve, inquieta, dentro del bolsillo de
su chaleco.
¿Ese es el reencuentro? ¿Por esto es por lo que ha esperado
quince años?
Cuando al fin es capaz de reaccionar, esboza su mejor
sonrisa canalla y toma los dedos de la hermosa mujer entre los suyos,
inclinándose para besarle la mano sobre el guante fingiendo que el hombre que
hay junto a ella no le importa nada, sin mirarle siquiera, obligándose a una
indiferencia que no siente en absoluto. Siempre ha sido un buen mentiroso. Pero
nunca ha odiado tanto sus propias mentiras como cuando se trata de esta, de la
gran mascarada que se ve obligado a representar por culpa de Liam. Fingir que
no le ama le envenena. Incluso ahora, cuando ya no es exactamente un ser humano
—o no el ser humano que solía ser— esos sentimientos están ahí, removiéndose
inquietos como cangrejos, mordiendo y pellizcando, tratando de despojarse de
los disfraces que él les obliga a llevar.
—Encantado, señorita. Es un auténtico placer.
Ella sonríe.
—Liam me ha hablado mucho de ti.
—¿Ah, sí? —dirige una mirada burlona a su maestro—. Todo
cosas buenas, espero.
—Han sido interesantes, que es lo que importa.
Mara y él ríen. Liam sonríe en consonancia. Ambos se encuentran muy cerca.
No necesita que digan nada, los gestos cómplices y el modo en que se sitúan en
el espacio le cuentan todo lo que quiere saber.
—¿Os apetece tomar algo? Deberíamos ponernos al día.
—Sí, claro. Estoy deseando conocerte mejor —dice Elliot,
dirigiéndose de nuevo a ella.
—No te preocupes. Vas a tener tiempo de sobra para eso —responde
Liam.
Los tres se ponen en marcha, a pie. Mara va del brazo del
maestro Ilusionista, Elliot se coloca junto a ella. Charlan animadamente,
detalle que la hermosa joven aprovecha para lanzar algunas puyas a su
prometido. «¿Ves, Liam, querido? Tu amigo es un gran conversador, deberías
aprender de él».
Es una ironía terrible y amarga. No, amarga, no. Ácida.
Antes le habría provocado ardor de estómago. Ahora que ya no puede sentir esas cosas, lo que le corroe es el alma. Sin embargo,
cuanto más crecen el dolor, la envidia y los celos más risueño y encantador es su comportamiento. Les invita a ambos para celebrar el compromiso. Comparte
cigarrillos con Mara y le cuenta todas las anécdotas, reales e inventadas, de
su glamourosa vida en ausencia de Liam. Luego hace hincapié en lo aburrido que es su maestro.
—Oh, pero será un gran marido —añade—. Los caballeros como
él son los ideales para el matrimonio.
Luego levanta la copa hacia él y la inclina un poco, en un
brindis simbólico que acompaña con una sonrisa. Sus ojos son afilados al mirarle. Liam finge no darse cuenta.
—¿Y tú, Elliot? ¿No hay ninguna mujer capaz de hacerte
sentar la cabeza? —pregunta Mara, risueña y curiosa.
—Oh, no, querida. Los tipos como yo estamos contraindicados
con el matrimonio. Nosotros sólo servimos como amantes.
. . .
Escena 25, toma 2
No me desagrada del todo el papel de espectador. Creo que es
una de las cosas que adquirí de Alex al … unirme a él, la capacidad de estar a gusto en un
segundo plano, algo impensable cuando solamente era Athaliah. Ahora disfruto de igual modo de la atención, cosa que siempre he adorado, como de pasar desapercibido
mientras observo lo que sucede a mi alrededor. De modo que aquella noche, mientras Lot y Liam se
tiraban los trastos a la cabeza, yo escuchaba y observaba sin
decir nada, al principio con cierta incomodidad pero después cada vez con mayor interés científico.
Acabé por acodarme en la barra y mirarles directamente
mientras se peleaban. Ni siquiera se daban cuenta de que yo estaba ahí. En
esos momentos su mundo solo eran ellos dos y toda la mierda que se habían
dejado por el camino durante aquellos años, que ahora salía a borbotones por
todas partes.
Lo que había debajo era evidente, al menos para mí: una
montaña de frustraciones. Los dos estaban terriblemente frustrados. La causa, o
las causas, eran más difíciles de averiguar, entre tantas viejas historias que
salían a relucir. Sin embargo, algo sí que pude sacar en claro: la honestidad
tenía mucho que ver en eso. El «no me dijiste que» y el «cómo iba a saber que»
dominaban la conversación. Así que por lo visto, Lot y Liam se habían pasado la
vida ocultándose cosas. Cosas que después el otro intuía o descubría pero que
ambos callaban, junto con su amargura por saberse engañados.
«Así que parece que la verdad y la mentira sí que importan,
¿no, Lot? No es sólo la belleza», pensé, escrutándoles con los ojos
entrecerrados. Estaba empezando a darme sueño y la conversación en sí era
aburrida. Lo único que me gustaba era verles. Estaban alterados de verdad, y
eso era novedoso y revelador.
Os ahorraré el dramatismo asfixiante de esa pelea y os
contaré lo único verdaderamente vital. Y lo verdaderamente vital fue cuando,
tras descargarse de todas sus cuentas pendientes y tomarse una pausa de
silencio, Liam le dijo a Lot:
—No puedes irte.
Aquel «no puedes» tenía más implicaciones de las que
parecía. El maestro Ilusionista estaba muy serio. Yo sabía lo que preguntaría
Lot a continuación. Mi amante suspiró, se pasó la mano por la cara y le miró
con cansancio.
—¿Y por qué, si puede saberse?
—No te vayas así. No les dejes ganar. —Lot entrecerró los
ojos, suspicaz. Liam siguió hablando. En su voz no había ni rastro de
agotamiento. Por el contrario, el ligero temblor apasionado vibraba en su tono
como una llama inagotable—. Nosotros lo entregamos todo, firmamos un contrato.
Y hasta eso es discutible, porque tampoco nos merecemos esta condena, ni
siquiera aunque lo eligiéramos. Pero hay gente ahí afuera, Elliot, que no ha
tenido opción, y lo sabes —continuó, señalando hacia la puerta de la calle—. El
que se sienta en las gradas de un teatro es consciente de que ha ido a un
espectáculo. Puede maravillarse o puede bostezar, puede entrar y salir cuando
quiera. Puede elegir si quiere estar ahí o no, si quiere creerse el engaño. Pero
esto… esto no es lo que nosotros anhelamos. Este no es nuestro sueño, Elliot.
Esto que hacemos traiciona todos nuestros sueños.
Apreté los labios, con los ojos muy abiertos. Durante todo
el tiempo que llevábamos juntos, Lot había defendido la Ilusión como algo
necesario y que además podía embellecerse, algo que contribuía a hacer mejor,
de alguna manera, la vida de los durmientes. También había defendido su
trabajo. Yo sabía que lo amaba con toda su alma, a pesar de todo. Lo que ahora
estaba diciendo Liam era terrible, era como quitar la piedra angular sobre la
que se sostenían todas sus creencias. Que lo importante era la belleza. Que lo
importante era hacer algo hermoso de este horror que nos había tocado vivir.
Yo estaba asombrado pero la expresión de Lot no era mucho
mejor. Tenía la cabeza baja y una línea de tensión en el cuello. Sus ojos
brillaban con venenosa intensidad.
—No puedes decir esto ahora —siseó, lenta y dolorosamente—.
Lo firmé. Los dos lo firmamos, Liam. No puedes decir esto ahora. Era con todas
las consecuencias, ¿recuerdas?
—No importa lo que
firmaras —insistió el maestro con fervor, echándose un poco hacia delante—. El
alma de un hombre es sólo suya, y todo el mundo tiene derecho a equivocarse.
—¿Estás diciendo que te equivocaste? ¿Que fue un error
entrar en la Organización?
Había una acusación implícita en las palabras de Lot. Su
tono rozaba la desesperación.
—No. No, yo sabía lo que estaba haciendo. —Liam hizo una
pausa y extrajo un cigarrillo del bolsillo de su chaqueta, colocándoselo entre
los labios. Inclinó la cabeza, rehuyendo la mirada de Lot. Un bucle de cabello
castaño resbaló sobre su frente—. Estoy diciendo que tú te equivocaste.
—No empieces otra vez con eso.
—No debí dejar que lo hicieras…
—Como si hubieras podido impedirlo.
— …pero eso también podemos solucionarlo —prosiguió Liam,
sin hacer caso a su interrupción—. Escucha, no me importa si te vas a París con
Alex u os encerráis aquí por toda la eternidad. Los dos os merecéis ser
felices. Pero no tiene por qué ser así. No tienes por qué morir.
Les miré, a uno y a otro. Esa era una perspectiva nueva y
agradable. En vez de escaparnos para apurar los días hasta que llegara la
inevitable y cercana muerte… en vez de eso, tendríamos algo más. La sencilla
posibilidad del futuro. Pero Lot no parecía convencido.
—¿Y qué es lo que quieres que haga, Liam? No es que tenga
muchas opciones, maldita sea…
—¿Desde cuándo ha sido eso un problema? —Liam se irguió,
serio y autoritario de pronto—. ¿Es que no te he enseñado nada?
—¿Qué quieres decir?
—Olvídate de las opciones. Olvídate de las fronteras. Tienes
que romper las normas, no sólo las de la Ilusión, sino todas. También las de la
realidad, incluso las que te has impuesto a ti mismo. Destruye los límites y aplasta las
fronteras. —Cada frase tenía la contundencia de un rayo—. Desde que nos
conocemos has vivido encadenado por tus circunstancias, haciendo de ellas lo
mejor que podías con lo que tenías. Yo también he sido parte de esas cadenas. Te
he impuesto circunstancias y escenarios. Lo sé, y lo lamento. Pero no puedes
dejar que eso te defina nunca más. Te fabricas a ti mismo en función del
entorno en el que tienes que vivir, de las pruebas que te toca sufrir y los
oscuros caminos que debes recorrer. No lo hagas más. Decide ser quien eres en realidad
y cambia tu entorno, tus pruebas, tus caminos y tu destino… haz que todo se
amolde a ti y no al revés. Esa es la verdadera magia, Elliot, ese es el
verdadero poder. Ser capaz de desprenderse de todas las cadenas. Ser capaz de
ser libre. La libertad de un solo hombre puede cambiar el mundo, te lo aseguro.
Sus palabras se quedaron flotando en el silencio durante un
rato. Al otro lado de las ventanas, la niebla ocre ya había vuelto a tomar la
ciudad por completo y cada vez se escuchaban más ruidos lejanos que anunciaban
lo que estaba por venir. Las sirenas se habían detenido. Ahora, cada poco, se
oían crujidos, explosiones o el repiqueteo de las balas. Antes de las grandes
bestias siempre llegan las pequeñas alimañas, y del mismo modo, antes de la
guerra llegaban los disturbios.
Lot negó con la cabeza, con la mirada fija en su maestro.
Parecía en parte sorprendido y en parte aterrado.
—Estás loco, Liam. Has perdido la cabeza.
—No, no lo estoy. Sé que pensar en algo tan grande te da
miedo, pero puedes hacerlo. Eres creativo y astuto. Tienes un poder que muchos
desearían y sabes utilizarlo con maestría. Úsalo. Úsalo para ser libre por
completo. Si te vas ahora morirás como un esclavo fugado, escondido en el
rincón de una ilusión. Pero si te quedas y tomas las riendas de tu vida, tú
elegirás cuándo y dónde quieres morir.
Mi amante soltó una risa suave y algo extraña.
—No creo que eso sea posible.
—Eres un Ilusionista, Elliot. ¡Eres mi aprendiz! —insistió
Liam, de nuevo indignado—. ¿Cómo puedes decir que algo no es posible, pensarlo siquiera?
—¿Por qué tienen que ser sólo tres días si pueden ser
trescientos? —murmuré.
Los ojos de ambos se volvieron hacia mí. En ese momento,
quise que se me tragara la tierra. Pero no podía evitarlo, a pesar de mi propia
cobardía, de mi propio egoísmo… era imposible no ver que Liam tenía razón. Al
menos, algo de razón. Al menos, a mí me estaba convenciendo.
El maestro Ilusionista, al encontrarse con mi inesperado apoyo, se reafirmó aún más.
El maestro Ilusionista, al encontrarse con mi inesperado apoyo, se reafirmó aún más.
—Si no quieres tomar partido por lo que es justo, si no
quieres luchar por la libertad de otros, entonces lucha por la tuya. Pero no permanezcas al margen, te lo ruego.
Ambos nos quedamos mirando a Lot con fijeza, a la
expectativa. Pero presionar a Lot nunca es una buena idea, y aquel instante lo
confirmó por completo.
—No.
Yo me desinflé. Después de su negativa, sabiendo que el
ilusionista necesitaba tiempo y otro tipo de negociación, no tenía ganas de
seguir insistiendo. Pero Liam no se rendía.
—¿Qué tengo que hacer para convencerte?
—No puedes hacer nada, maldita sea —replicó Lot, molesto—.
He dicho que no. Déjame en paz. Me has pedido que decida, ¿no? Pues decido
seguir adelante con lo que tenía planeado.
Se puso en pie y recogió el bastón. Yo salí de mi refugio
tras la barra de la cocina, algo cabizbajo. El espectáculo había terminado,
estaba claro. Sin embargo, me dejaba un regusto amargo en el paladar. Miré de
reojo a Liam, que permanecía en el mismo sitio, inmóvil y tenaz.
—Entonces pídeme lo que quieras a cambio.
Lot alzó las cejas, sorprendido.
—¿Me estás comprando? —se echó a reír—. No es posible. Esto
no puede estar pasando.
Pero el maestro Ilusionista estaba mortalmente serio, y
ahora aparecía un matiz nuevo en su mirada. Rencor.
—Si no puedo convencerte, estoy dispuesto a comprarte
—espetó el maestro con voz áspera.
Estaba tenso, con los dedos cerrados sobre las rodillas.
Comprendí que odiaba estar en aquella posición, verse obligado a eso. Me
pregunté, con cierta inquietud, hasta dónde estaba dispuesto a llegar. Liam no
me parecía una persona agresiva en absoluto, pero yo sabía lo que era hacer
cosas desesperadas por alguien a quien se quiere proteger. De hecho, tenía un
doctorado en eso. En eso y en cagadas épicas al hacer cosas desesperadas por
alguien a quien se quiere proteger. Lamentablemente, había ganado ambos
títulos con el mismo acto, cosa que no quería ver repetida en Liam y Lot. Mi
amante, en cambio, no parecía afectarse por las dramáticas circunstancias de su
colega.
—Y luego te permites darme lecciones. Al final resulta que
no somos tan diferentes. Tu también eres capaz de cualquier bajeza por salirte
con la tuya.
—Cuando se trata de ti, soy capaz de cualquier cosa para
evitar que cometas un error fatal, sí —respondió Liam. Admiré la forma en que
impedía que Lot diera la vuelta a sus intenciones o manipulara sus argumentos.
Ahí se notaba la mano de la experiencia—. Ya fui débil una vez. No volverá a
pasar.
—¿Entonces, estarías dispuesto a privarme de mi libertad
para garantizar mi libertad? Eso es tan paradójico que no se lo tragaría nadie,
ni siquiera Alex.
—No me subestimes —intervine de nuevo—. Yo puedo tragarme
casi cualquier cosa.
Lot me dirigió una mirada de lástima. Después me hizo un
gesto y se dirigió a la puerta.
—Nos vamos, Liam. Tú haz lo que quieras, yo haré lo mismo.
—Abrió el cerrojo y se detuvo un instante, dudando—. Me hubiera gustado que
esto fuera diferente. Podríamos habernos dicho adiós de una manera más
amistosa, incluso agradable. Pero empiezo a pensar que eso no es posible
contigo.
Liam permaneció en silencio. Finalmente, Lot empujó el batiente y dio
un paso hacia fuera. El maestro Ilusionista se levantó y caminó hacia nosotros;
sus zapatos hacían un ruido suave sobre la alfombra. Le sentí detrás de mí como
una figura poderosa, capaz de afectar incluso el aire que le rodeaba, de dotar
de una calidad especial el mismo espacio que ocupaba. Alargó el brazo y mantuvo
la puerta abierta para nosotros.
—No es cierto. Nos hemos despedido otras veces y siempre nos
hemos vuelto a encontrar. Pero ahora es diferente, y tú me pides que acepte lo
inaceptable. —Cuando pisamos las escaleras de metal, Liam cerró a nuestra
espalda y nos adelantó, bajando primero. Su coche estaba aparcado junto al
nuestro, el resto de la calle era basura, restos de edificios desmoronados y
niebla ocre—. Lo siento, pero no lo haré. Por mi parte aún no puedo decirte
adiós. Estaré en la batalla esta noche, y lucharé por los dos hasta que llegues, porque me niego a creer que no lo harás. Me niego a creer que vas a rendirte. Te estaré esperando.
Durante unos segundos, Lot se quedó inmóvil en los peldaños
siguiéndole con la mirada. Enseguida retomó su paso, colocándome una mano en la
espalda. Aquel gesto era habitual en él, pero por primera vez fui consciente de
que, además de guiarme con ella, también buscaba en mí apoyo, estabilidad.
Le miré de reojo y esta vez, yo también le rodeé la cintura
con el brazo.
. . .
Escena 25 toma 3
La Ciudad sin Nombre,
Octubre de 1940
Están en casa de Liam. La tarde ha dado paso a la noche, y
la noche casi al amanecer. Han cenado y han bebido, y luego han bailado. Han
tocado el piano y han cantado canciones. Mara acaba de retirarse, algo
borracha. Con ella se han marchado toda la luz y el entusiasmo que han estado
presentes en la velada. Su desaparición acaba con una tregua tácita y cuando
los dos hombres se quedan solos el silencio se vuelve casi sólido.
Liam está cerca de la ventana, con el vaso de whisky en la
mano. Elliot sigue junto al piano, mirando la escalera por la que Mara ha
desaparecido hace ya más de diez minutos.
—Es fantástica —dice Elliot al fin.
Liam le mira, levantando una ceja con moderada sorpresa.
—¿Estás ironizando?
—No, en absoluto. Es fantástica. ¿Dónde la has encontrado?
Pensé que estabas en la Central.
Liam le mira directamente, con cierto brillo desafiante en
su expresión.
—La encontré allí.
Elliot asiente con la cabeza. Da un trago a su copa.
—¿Corruptora o Ilusionista?
—Ninguna de las dos cosas.
—Es un bicho, entonces.
Liam crispa su expresión.
—No les llames así.
—¿Qué función tendrá? —prosigue Elliot, inmutable—. Si es
humanoide, imagino que será un Verdugo.
—Aún no lo saben. Y ella tampoco sabe nada.
El tono de Liam se ha vuelto duro y cortante, pero al joven
ilusionista le importa un bledo. Una recién nacida. Aún será medio idiota, al
menos en lo que respecta a la Ilusión, la realidad y todo lo demás. Seguro que no tiene ni idea de nada.
—Así que te vas a casar con un bicho que ni siquiera ha sido
asignado aún —comenta, con una indiferencia tan forzada y sarcástica que delata
el veneno que la impregna—. ¿Y dónde va a ser? ¿En la iglesia de los
Vigilantes? Sería lo apropiado, acorde con la línea de estupidez que al parecer
has decidido seguir en tu vida.
—No esperaba que lo entendieras. Aunque es curioso que la
hayas calificado como «fantástica» antes de saber que es una Pesadilla.
—Sigue siendo fantástica. Las coristas también son fantásticas,
y los baños de burbujas. Y el pastel de salmón. Si intentaras casarte con un
pastel de salmón también pensaría que eres un idiota.
—No te he pedido tu opinión. Es más, ni siquiera tienes por
qué formar parte de esto.
—Evidentemente. Los matrimonios suelen ser cosa de dos.
—Los matrimonios, sí, pero la amistad no posee límites
numéricos. Y a ella le vendría bien tener más amigos.
Lot esboza media sonrisa. Amistad. Desearía estrangularle,
golpearle con el bastón, cerrarle la tapa del piano sobre las manos. Maldito
bastardo irlandés. ¿Por qué ella sí y él no? No puede comprenderlo. No consigue
entenderlo.
¿Por qué ella sí y él no?
En vez de preguntar algo tan lamentable, decide atacarle.
—Claro, supongo que también puede sentir amistad, ¿no? Ya
que a ti, sin duda, te ama.
—¿No crees posible que las Pesadillas experimenten
sentimientos?
—Sí, claro. Los esclavistas son capaces de reproducir
emociones muy complejas, si no me han informado mal. De hecho, últimamente
están trabajando con un modelo nuevo. Han optimizado su empatía. Seguro que
hasta aprende a decir «te quiero, papá».
—Sigues burlándote —espeta Liam amargamente.
—Reconoce que la situación da mucho juego. Te has enamorado
de un bicho y te vas a casar con él. —Lot suelta una risa seca, que más parece
una tos—. Parece un chiste, admítelo.
—La quiero. A veces hay que entregar mucho para conseguir
una respuesta milagrosa.
—¿Es lo que pretendes? —pregunta el ilusionista, volviéndose
hacia su maestro—. ¿Obrar un milagro con
ella? ¿Convertirla en humana con tu amor, como a Pinocho? —La expresión digna
de Liam le indica que ha acertado—. Me parece que has leído demasiados cuentos
de hadas irlandeses, maestro. Esto es el jodido mundo real. Las Pesadillas son
monstruos. Y tú… —vuelve a reír sin ganas, volviendo el rostro para no tener
que verle— tú eres patético.
Durante unos segundos, nadie dice nada. Al final, la voz de
Liam resuena, suave y algo cansada, en el salón.
—Ojalá tuviera fuerzas para explicártelo esta misma noche y
tú fueras capaz de entenderlo. Pero ninguna de las dos cosas está garantizada.
—Se aleja de la ventana y camina hacia las escaleras—. Estos quince años han
sido muy duros. Sé que también lo han sido para ti. Las cosas no están saliendo como
pensaba y…
—Tú y tu estúpida revolución. No entiendo qué pretendes
haciendo esta clase de cosas. Además, ahora para colmo te traes un bicho. ¿Es
que a nadie le resulta extraño? ¿No estás llamando la atención? ¿Cómo es que no te han matado todavía?
—Dame un poco de tiempo y te prometo que las cosas volverán
a ser como antes. Te lo explicaré todo y…
—No. —La negativa de Lot es vehemente—. No es necesario. No
quiero saber nada sobre tus… ideas y tus sueños de rebelión mágica. Déjame
seguir con mi whisky con hielo, mis coristas estúpidas y mis pies en la tierra.
—No digas eso, por favor. Todo tiene una razón, pero ahora
mismo estás enfadado y nervioso, no es el mejor momento para hablarlo. Dame
unos días, y dátelos a ti mismo.
—No me interesa.
Liam suspira y sube las escaleras, cansado y algo molesto.
Elliot se queda un rato más, mascando su decepción. Se siente roto por dentro,
y esas aristas afiladas se le clavan, envenenando la rabia y convirtiéndola en
algo peor, más frío y refinado.
Sí, los hombres como él sólo sirven como amantes. Y si el
bicho no lo sabe, se lo va a demostrar.
. . .
:O Madre del amor hermoso! Se masca la tragedia..
ResponderEliminar(Cuánto intríngulis! :D )
Wowww Lot esta super celoso que con el no haya ido en serio y que solo le haya servido para calentarle la cama... es asi como lo veo aunque tambien se que Liam lo quiere pero Lot le hace imposible estar juntos.
ResponderEliminarUff que enrredos con estos nenes pero lo que verdaderamente me angustia es que Lot ame a Liam y deje a Alex solito. Pienso que solo esta por el solo por no estar solo y por su amor no correspondido por Liam
Me encanta!! Seguire fiel a esta historia qur por cierto ya lei Fuego y Acero me quede con ganas de maaaas y saber donde estan esos muchachotes y porque los hijos de Dradian hablan fe venganza y porque estan en Primoria D=
ResponderEliminarHELLO!!! MORDIENDOME LAS UÑAS POR LA TENSION, DIOSSSSS!!!!!
DEBE RESULTAR MUY DOLOROSO PARA LOT EL QUE LIAM LE ESTE APOYANDO CON ALEX, CUANDO EL NO LE DIO SU APOYO CON MARA.
GRANDE LIAM!!!! ESO SE LLAMA UNA BOFETADA SIN MANOS.
MADELIN.
esta historia es estupenda!!!!!!!!! *-* hace mucho tiempo la queria leer y me arrepiento no haberlo hecho antes porque de verdad me dejo impactada... no entiendo como alguien puede tener cerebro para crear algo tan fabuloso :3 ... espero que pronto haya un nuevo capitulo.. y muchas gracias por compartirla <3
ResponderEliminarYa no van asegir publicando?
ResponderEliminar¡Hola! Sí vamos a seguir, pero hemos tenido un parón prolongado debido a un proyecto editorial del que somos fundadoras, pero pronto arrancamos de nuevo.
Eliminar¡Gracias por seguirnos!